Cuando uno se plantea irse de casa le motiva la experiencia. El descubrir lo desconocido. Quiere ver cómo vive y piensa la gente más allá. Y conocer un nuevo mundo aunque eso sólo supusiera irse a vivir a otra ciudad o pueblo dentro de su país.
El conocimiento nos hace crecer, pero el miedo relacionado con salir a lo desconocido a veces supera nuestra intención.
En mis charlas a universitarios y preuniversitarios explico el concepto de salir, explorar y aprender. Muy pocas cosas en la vida te curten y te hacen crecer tanto como una vivencia en otro lugar.
Un viaje de una o dos semanas es como un trailer, llegas a intuir y tratas de imaginarte cómo se podría desenvolver la película. En un par de segundos encajas los hitos y escenas destacadas pero aun así puede que el resultado sea otro para mejor o peor.
Una vivencia es TU película. Y al contrario de lo que pasa en el cine, la diriges TÚ. Lo importante es disponer del tiempo suficiente para poder verla entera.
Al dirigirla, creces involuntariamente. Llegas a explorar lugares menos frecuentados por los turistas, encuentras rincones ocultos y tus sitios preferidos. Te fijas en los detalles y aprendes sobre lo auténtico. Descubres cómo se comportan, viven y piensan los lugareños de verdad. Las cosas que funcionan y las que no. Y haces contraste con todo lo que habías vivido anteriormente.
Una vez terminada, puedes hacer balance y te quedas con lo que te ha gustado y lo que no. Pero sobre todo, habrás crecido personalmente.
Sal, explora, aprende. Porque después de esa experiencia, tu vida no volverá a ser la misma.
Mon